AQUÍ NO VIVEN NI LOS PINGÜINOS: EL LUGAR MÁS FRÍO DEL UNIVERSO CONOCIDO.


En la constelación austral de Centaurus, a unos 5000 años luz de distancia de nuestro planeta, se encuentra
el lugar con la temperatura más baja del universo conocido, la Nebulosa Boomerang, llamada así por Keith
Taylor y Mike Scarrot (1980) cuando al observarla con el Telescopio Anglo-Australiano, advirtieron tan solo
una ligera asimetría en sus lóbulos, lo que les sugería una forma curvada similar a un bumerán (boomerang
en inglés).
Este objeto debe su peculiaridad a encontrarse en fase de nebulosa preplanetaria, cuando aún no está lo
suficientemente caliente como para emitir una gran cantidad de radiación ultravioleta pero ya se convirtió en
gigante roja en la fase final de su vida al agotar su hidrógeno. Esta fase suele durar alrededor de un millar de
años, un tiempo insignificante en términos astronómicos. Al encontrarse además en la fase inicial de expansión
de material estelar, se expande a unas velocidades realmente impresionantes, poco más de 590000 km/h.

Esta elevadísima velocidad es la que provoca que la nebulosa se enfríe hasta el extremo de alcanzar la
temperatura más baja medida fuera de un laboratorio, nada menos que -272° C (1K), es decir, tan solo un
grado por encima del 0 absoluto, la que es la temperatura teórica más baja posible, donde el movimiento
de las partículas cesa por falta de energía. Hasta el momento era el Fondo Cósmico de Microondas, el
remanente del Big Bang, el lugar más frío conocido pero incluso este tiene una temperatura superior, en
torno a los  2,7 K.
Cómo consiguió crear un ambiente más frío que la temperatura natural del espacio profundo fue un misterio
durante dos décadas, hasta que un equipo de astrónomos  la observó con el telescopio espacial ALMA, en
Chile. Según sus resultados, puede ser que una pequeña estrella compañera se haya hundido en el corazón
de la gigante roja, expulsando la mayor parte de la materia de la estrella más grande en un chorro gélido de
gas y polvo, el cuál se expande tan rápidamente que su temperatura cayó a mucho menos de la mitad de un
grado Kelvin.
La importancia de este descubrimiento radica principalmente en determinar lo que sucede con las estrellas
una vez que mueren, para más tarde descubrir qué ocurrirá con el Sol. Se han estudiado en distintos cuerpos
celestes varios de los procesos que surgen a la muerte de una estrella, y ahora gracias a la Nebulosa de
Boomerang, podemos saber lo frío que puede resultar el futuro de nuestro Sistema Solar y del Universo entero.
Autora: Sofía Montávez
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